Ramales: Flora y vegetación
“Dicen los viejos que en este lugar hubo una guerra…”
En Guardamino una placa recuerda el
final del conflicto carlista en este lugar.
Este lugar tiene un paisaje marcado
por su geología y su vegetación.
Respecto a la geología, los materiales
más antiguos del municipio afloran en Gibaja y proceden del Triásico. Son
arcillas con yesos de la llamada facies Keuper; incluso hubo en el citado
pueblo una explotación conocida como La Yesera.
Entre Gibaja y Ramales, materiales
jurásicos suaves a la erosión, como las limolitas y arcillas de la llamada
facies Weald permiten la formación de una llanura baja, aunque afloran estratos
de arenisca del cretácico inferior, con nódulos de hierro, a la orilla del río
Asón, cerca de donde la carretera y el tren lo atraviesan.
Sobre la llanura de los núcleos
urbanos principales destacan las moles de caliza cretácica del Pico San Vicente
-final por el este de la sierra de Hornijo-, los Picos del Moro y del Carlista,
la peña de Gibaja o la sierra de Alcomba.
Hay terrazas fluviales, como las que
se aprecian en la zona del Salto del Oso y la del río Calera, bajo La Pared, que
indican el antiguo nivel de los ríos, por encima del actual.
Varios ríos convergen en Ramales:
El Asón, que viene desde el oeste -Arredondo- de donde va pa...Riba de Ruesga y luego llega a Ramales, donde cambia hacia el norte, tras desaparecer ya la calcárea sierra de Alcomba.
El Gándara, que viene del Valle de Soba, entrando por un desfiladero de laderas ocupadas por encinar.
El Calera proviene de la zona vasca de Lanestosa y el puerto de Los Tornos, entrando en Ramales bajo La Pared, entorno bien conocido por los alpinistas, en las cercanías de la cueva Covalanas.
El Carranza, que viene de ese valle vizcaíno.
El Iseña que nace de una fuente en el propio Ramales.
El Pinganete, de las laderas sobre Gibaja que limitan con Rasines.
Las formaciones boscosas más extensas en el municipio son
los encinares de (Quercus ilex ilex) que colonizan las rocas
calizas, acompañados siempre de su cortejo florístico formado principalmente
por carrasquillas (Rhamnus alaternus), agracios (Phyllirea latifolia),
albortos (Arbutus unedo) y otras
menos abundantes como perales de monte (Sorbus torminalis) o su pariente
el mostajo (Sorbus aria). De este a oeste el encinar bajo la peña del
Mazo se extiende por el valle del Silencio, bajo la peña del Moro, y bordea y
cubre el monte Pando hasta alcanzar las cuevas de Covalanas y Cullalvera, ya muy
cerca del centro del pueblo. Continuando hacia el oeste, e interrumpida la
continuidad por la brecha que forman los ríos Calera y Gándara, se extiende el
monte Cucurío que conecta con el encinar de Ruesga y llega hasta las
localidades vecinas de Valle y Lastras. En sus bordes encontramos, en pequeñas
franjas o formando pequeños rodales, el bosque mixto atlántico propio del clima
del lugar, con sus robles, castaños, arces (Acer campestre), espinos
(Crataegus monogyna), avellanos (Corylus avellana), además de algunas
hayas (Fagus sylvatica) y abedules (Betula pendula).
Inmersos en estos dos tipos de bosques, de forma aislada,
suelen aparecer ejemplares añejos de algunas especies como robles (Quercus
robur), castaños (Castanea sativa) o cerezos (Prunus avium),
que denotan con sus rasgos su patente longevidad. Algunas de estas
características son su gran perímetro a 1,30 metros del suelo; las oquedades,
producto de la caída de ramas, donde se crean microhábitats cuando hay agua en
el agujero; la presencia de otras especies vegetales viviendo sobre el árbol,
caso de helechos (Polipodium vulgare), musgos, líquenes, hongos. O el
hogar de otras especies animales, mamíferos como las ardillas, las ginetas o
los murciélagos, aves como los pájaros carpinteros y rapaces nocturnas como los
cárabos o roedores como los lirones caretos. Estos árboles son reservorios de
biodiversidad creando muchos microhábitats en un sólo individuo.
Sus ubicaciones suelen estar en zonas hoy en día poco
transitadas alejadas de los numerosos senderos que en estos momentos discurren
por el corazón de estos bosques. Aunque también quedan testimonios más cercanos
en barrios como Vegacorredor que cuenta con casi una docena de castaños
supervivientes de varios siglos de historia.
En Gibaja una senda sigue el río Asón hacia el sudeste,
con pasos de plataformas excavados en las rocas y una antigua caseta de un
transbordador para cruzar el río.
El bosque de ribera de la senda presenta una amplia
diversidad. Y entre las especies leñosas y trepadoras del mismo están:
Alisos, avellanos, sauces (Salix atrocinerea y Salix eleagnus),
plátanos de sombra (Platanus hispanica), robles cagigas, robles rojos
americanos (Quercus rubra), algunos con hojas muy grandes, de hasta 26
cm de longitud, castaños comunes, arraclanes (Frangula alnus), cornejos,
madroños, brezos (Erica vagans), tojos, mentironeras (Viburnum
lantana), labiérnagos (Phyllirea media), fresnos (Fraxinus
excelsior), aligustres europeos (Ligustrum vulgare), aligustres
japoneses (Ligustrum lucidum), higueras (Ficus carica), tilos,
robinias ruscos, zarzaparrillas, hierbas
lapa (Rubia peregrina), zarzamoras de 3 folíolos (Rubus caesius),
escaramujos perennes (Rosa sempervirens), madreselvas (Lonicera
peryclimenum), clematides (Clematis vitalba) y vezas (Vicia
sepium).
Entre las herbáceas nemorales del bosque fluvial:
Crepis lampsanoides, canabinas (Eupatorium cannabinum),
varas de oro (Solidago virgaurea), Senecio aquaticus, parracas (Picris
hieracoides) y la rupícola margarita mejicana (Erigeron karvinskianus)
completan la familia de las compuestas o asteráceas.
Además: lechetreznas de bosque (Euphorbia amygdaloides),
hierbas ballesteras (Helleborus viridis) y nautias (Knautia sylvatica),
con sus hojas opuestas, enteras e inflorescencias de flores azules
de cuatro pétalos, uno de los cuales es más pequeño que los demás. La
familia de la zanahoria cuenta con angélicas (Angelica sylvestris),
conopodios (Conopodium pyrenaeum), con pocas hojas en los tallos y
varias brácteas lineares bajo las umbelas florales, y Pimpinella major,
sin brácteas. No hay que olvidarse de las rosáceas, como maetas o fresas
silvestres (Fragaria vesca), fresas falsas (Potentilla sterilis),
tormentillas (Potentilla erecta), agrimonias (Agrimonia eupatoria),
sanamundas (Geum urbanum) y reinas de los prados (Filipendula ulmaria),
cuyas flores, si se frotan, huele mucho a aspirina.
Labiadas como oréganos (Origanum vulgare),
betónicas (Stachys officinalis) y calamintas (Calamintha sylvatica).
Helechos como píjaras radicantes (Woodwardia radicans),
antojiles (Osmunda regalis), Asplenium billotii, especie rara en
Cantabria, culantrillos negros (Asplenium onopteris), lenguas de ciervo (Phyllitis scolopendrium),
fentas (Blechnum spicant), cabellos de Venus (Adiantum capillus-veneris),
helechos hembra (Athyrium filix-femina), helechos macho (Dryopteris
affinis), helecho de robledal (Dryopteris dilatata), píjaro (Polystichum
setiferum).
Las orillas del río Gándara a su paso por el Salto del Oso
están ocupadas por muchas especies asilvestradas: Leycesteria formosa, Muehlenbeckia
complexa, Reynoutria japonica, Trachycarpus fortunei,…, pero aguas abajo se
llega a un bosque de ribera sin especies extranjeras pero con especies autóctonas
escasas en Cantabria como Hypericum hirsutum y Angelica major.
El Carranza en Gibaja tiene la población más baja y
norteña de Cantabria del sauce de hojas opuestas (Salix purpurea), como
también lo deben ser los Hieracium murorum de Pondra.
Los prados cercanos al río Asón muestran poblaciones de Lamium
album y algunos roquedos del raro Sedum cepaea. Otras rupícolas de
interés son los alhelís silvestres (Erysimum duriei), Campanula
rotundifolia, Seseli libanotis, Scabiosa columbaria y Saxifraga
trifurcata del entorno de las Covalanas.
Lamium album
La ortiga muerta blanca (Lamium album) está
presente en dos praderas de Ramales, casi las únicas de Cantabria y el País Vasco.
Se diferencia de su pariente Lamium
maculatum, mucho más abundante, aparte de por el color de la flor, porque
la corola del primero tiene su tubo algo curvado en la base, formando una
gibosidad; y sus bractéolas mayores, de 2-5 mm, mientras que en L. maculatum no pasan de 1´5 mm.
Sedum cepaea
Un matorral calcáreo dominado por Genista hispanica, madroño y escobizo de pastor (Doricnium pentaphyllum) puede ser vecino de los encinares, en los que se asientan, enebros (Juniperus communis) y pudios (Rhamnus alpina).
En la zona del
barrio San Vicente, y a la sombra del Pico del mismo nombre, un encinar
de grandes ejemplares contacta con un castañar con abedules, sin que haya aquí
prácticamente robles.
En la zona llamada de La Sierra, al norte de Ramales, la
fenología es un tanto cambiante: las aguileñas (Aquilegia vulgaris)
florecen hasta noviembre y los narcisos (Narcissus pseudonarcissus)
abren sus flores desde diciembre.
Aquilegia vulgaris
Grandes gramíneas están presentes en el municipio, algunas rupícolas como Sesleria argentea y Helictotrichum cantabricum y otras nemorales como Festuca gigantea.
El hayedo de la ladera del Pico del
Moro muestra su suelo de fuerte pendiente lleno del color marrón de las hojas
caídas del haya, aunque arriba aún queden hojas verdes en los árboles entre sus
puntiagudas yemas. Sobre las hojas caídas se observa crecimiento de otras
especies, como tejos, torviscos laureolados (Daphne laureola), lechetreznas
de bosque (Euphorbia amygdaloides),
ballesteras (Helleborus viridis),
abundantes hiedras, labiérnagos, procedentes del vecino encinar, y aros, o
mejor dicho aro…; de momento sólo hemos encontrado un ejemplar de la especie Arum
maculatum; sin embargo, las praderas de las orillas del río Gándara están
llenas del parecido Arum italicum, con sus hojas normalmente más anchas,
frecuentemente marcadas por nervios blancos y
con aurículas más profundas.
En el Pico del Moro, la máxima altura del municipio, con sus 850 m. se pueden ver los pisos de vegetación:
matorral
de Genista hispanica y grandes macollas de Helictotrichon cantabricum.
avellanedas
kársticas
hayedo
encinar
pinar de
Pinus radiata
prados
bosque
de ribera del río Calera
Entre las macollas de la gramínea Helictotrichon cantabricum aparece casi
en la cima y al empezar el invierno Pimpinella
tragium, con hojas, flores blancas y frutos. Las umbelíferas nos han
sorprendido en la zona: abajo en Rasines a la orilla del río del Silencio,
entre las variables Angelica sylvestris,
aparece la extraña en Cantabria Aethusa
cynapium con sus típicas brácteas.
Entre las plantas cultivadas, destacar las dos especies del género Campsis, de la familia de las catalpas (Bignoniáceas), la hortensia trepadora (Hydrangea petiolaris) y, por supuesto, las coníferas: Sequoia sempervirens, Araucaria araucana, Abies pinsapo, Abies alba, Picea abies, con su curiosa alineación en el inicio de la carretera a Traveseo, Pinus sylvestris, Pinus strobus,…
“Y hay dos Españas que …ya no…guardan
aún el rencor de viejas deudas”
Texto
y fotografías: Gonzalo Valdeolivas, Cristina Cano, Javier Goñi. Con la
colaboración de Alfonso Ceballos, Jesús García, José Ramón Mira, Antonio
Regañón y Ángel Suárez.