lunes, 9 de junio de 2025

Costa Quebrada y las islas cercanas a Santander: su flora peculiar 

Hay muchas especies de plantas vasculares terrestres que se han adaptado a vivir en la costa y sólo lo hacen en dicho hábitat. Una es el perejil marino o hinojo marino (Crithmum maritimum), de base algo leñosa y hojas divididas en segmentos estrechos pero carnosos, con flores amarillas dispuestas sobre radios, umbelas que nos indican su pertenencia a la familia de la zanahoria (umbelíferas o apiáceas). Tiene la fama de que lo llevaban los vikingos en sus barcos como fuente de vitamina C; y sabemos que se consume, por ejemplo, en ensaladas en Ibiza, pero aquí apenas se hace y no conocemos a nadie que lo utilice medicinalmente en Cantabria.

Se distribuye por toda la costa, incluyendo islas, pero también es capaz de meterse en escolleras, y así se le puede ver en los muelles de Puerto Chico, en la bahía de Santander, e incluso colocarse en el tronco de alguna palmera canaria cercana al mar.

Por lo que respecta a su familia, cuando Enrique Loriente publicó su libro “Las Plantas Espontáneas del Término Municipal de Santander”, en 1993, había 16 especies de dicho grupo, de las que ahora echamos en falta cuatro, dos de las cuales son propias de zonas húmedas de agua dulce.

Otra especie costera, no tan frecuente, es la malva marina (Lavatera arborea), tiempo atrás típica de islas como la de Mouro y Santa Marina, pero que ahora se extiende por muchos tramos del litoral, como pueden ser los acantilados de Miengo, la desembocadura del Pas o la misma Vaguada de las Llamas de Santander, aguas arriba del parque del mismo nombre. Tiene unas hojas anchas de tacto muy suave y unas flores rojo-rosadas de interior más oscuro. Otra especie de su familia, las malváceas, es el malvavisco (Althaea officinalis), que tiene mayor fama como medicinal, pero se asienta principalmente en las rías y la más cercana a Santander en que se encuentra es la de Requejada, en la desembocadura del Saja-Besaya.

Esta familia constaba de 9 especies en el municipio de Santander en 1993, prácticamente las mismas que ahora.


Lavatera arborea (Foto: Alfonso Ceballos)


Otra familia interesante es la de las gencianáceas, con cinco especies catalogadas en 1993. Después apareció Centaurium maritimum, de flores amarillas y hojas opuestas, en la isla de La Virgen del Mar, dónde no duró mucho; pero se mantiene en la Bahía en la zona llamada de la Marisma del Conde.


Centaurium maritimum (Foto: Alfonso Ceballos)

Los acantilados entre la playa de San Juan de La Canal y la de La Arnía-Covachos poseen otro interesante “centaurio” de flores purpúreas y hoja inferiores pecioladas, se trata de Centaurium scilloides, de las costas del noroeste de la Península Ibérica.


Centaurium scilloides (Foto: Alfonso Ceballos)

Dunas y marismas completan los ecosistemas litorales. Las marismas de la ría de La Maruca tienen aguas arriba Las Pozonas de San Román. En 1998 se presentó un informe sobre su valor botánico destacándose ocho especies, incluyendo una insectívora (Utricularia vulgaris). De las ocho sólo se mantienen actualmente dos en dicho lugar.

Volviendo a la isla de Mouro, por lo que respecta a su flora vascular, en realidad hay pocas especies, tiene una diversidad muy baja si la comparamos, por ejemplo, con la isla de Santa Marina, que tiene la ventaja de estar más cerca de la costa y donde constatamos 107 especies silvestres, de las que ocho son alóctonas, no europeas.

Otra planta que tiene una única localidad en la costa, es Angelica pachycarpa, en la margen izquierda de la ría del Pas, al borde de su marisma, donde predomina el escalonamiento hacia el mar de las chenopodiáceas –incluidas ahora en la familia amarantáceas–, además de la gramínea Puccinellia maritima, la cariofilácea Spergularia maritima y compuestas como Aster tripolium e Inula chritmoides.


Angelica pachycarpa (Foto: Alfonso Ceballos)


Puccinellia maritima (Foto: Alfonso Ceballos)


Las arenas y dunas del Parque Natural de las Dunas de Liencres y Costa Quebrada tienen especies características, como las gramíneas Elymus pycnanthus, de primera línea de marea, el barrón (Ammophila arenaria) o la Festuca rubra, que constituye alfombras verdes en los acantilados. Las blancas flores caracterizan a los nardos marinos (Pancratium maritimum), así como sus bulbos, que se pueden ver al remover el viento la arena. Los rizomas de Carex arenaria hacen alinearse a los tallos aéreos de esta planta sobre la arena. Por fin, hablar de la gran diversidad de orquídeas en el pinar dominado por el pino marítimo o resinero (Pinus pinaster). Citaremos sólo dos de dichas especies como colofón: Epipactis helleborine, con su pétalo típico –llamado labelo– dividido en dos partes y Limodorum abortivum, de flores azules y hojas no verdes, carentes de clorofila.


Limodorum abortivum


Entre los helechos, destacar la especie costera Asplenium marinum, de las tapias del parque de Mataleñas que dan al acantilado marino, o los cabellos de Venus (Adiantum capillus-veneris) y lenguas de ciervo (Scolopendrium officinale) del arroyo de dicho parque.


Asplenium marinum (Foto: Javier Berzosa)