Costa Quebrada y las islas cercanas a Santander: su flora peculiar
Hay muchas especies de plantas
vasculares terrestres que se han adaptado a vivir en la costa y sólo lo hacen
en dicho hábitat. Una es el perejil marino o hinojo marino (Crithmum
maritimum), de base algo leñosa y hojas divididas en segmentos estrechos
pero carnosos, con flores amarillas dispuestas sobre radios, umbelas que nos
indican su pertenencia a la familia de la zanahoria (umbelíferas o apiáceas).
Tiene la fama de que lo llevaban los vikingos en sus barcos como fuente de
vitamina C; y sabemos que se consume, por ejemplo, en ensaladas en Ibiza, pero
aquí apenas se hace y no conocemos a nadie que lo utilice medicinalmente en
Cantabria.
Se distribuye por toda la costa,
incluyendo islas, pero también es capaz de meterse en escolleras, y así se le
puede ver en los muelles de Puerto Chico, en la bahía de Santander, e incluso
colocarse en el tronco de alguna palmera canaria cercana al mar.
Por lo que respecta a su familia,
cuando Enrique Loriente publicó su libro “Las Plantas Espontáneas del Término
Municipal de Santander”, en 1993, había 16 especies de dicho grupo, de las que
ahora echamos en falta cuatro, dos de las cuales son propias de zonas húmedas
de agua dulce.
Otra especie costera, no tan
frecuente, es la malva marina (Lavatera arborea), tiempo atrás típica
de islas como la de Mouro y Santa Marina, pero que ahora se extiende por muchos
tramos del litoral, como pueden ser los acantilados de Miengo, la desembocadura
del Pas o la misma Vaguada de las Llamas de Santander, aguas arriba del parque
del mismo nombre. Tiene unas hojas anchas de tacto muy suave y unas
flores rojo-rosadas de interior más oscuro. Otra especie de su familia, las
malváceas, es el malvavisco (Althaea officinalis), que tiene mayor fama
como medicinal, pero se asienta principalmente en las rías y la más cercana a
Santander en que se encuentra es la de Requejada, en la desembocadura del
Saja-Besaya.
Esta familia constaba de 9
especies en el municipio de Santander en 1993, prácticamente las mismas que
ahora.
Otra familia interesante es la de
las gencianáceas, con cinco especies catalogadas en 1993. Después
apareció Centaurium maritimum, de flores amarillas y hojas
opuestas, en la isla de La Virgen del Mar, dónde no duró mucho; pero se
mantiene en la Bahía en la zona llamada de la Marisma del Conde.
Los acantilados entre la playa de San Juan de La Canal y la de La Arnía-Covachos poseen otro interesante “centaurio” de flores purpúreas y hoja inferiores pecioladas, se trata de Centaurium scilloides, de las costas del noroeste de la Península Ibérica.
Dunas y marismas completan los ecosistemas litorales. Las marismas de la ría de La Maruca tienen aguas arriba Las Pozonas de San Román. En 1998 se presentó un informe sobre su valor botánico destacándose ocho especies, incluyendo una insectívora (Utricularia vulgaris). De las ocho sólo se mantienen actualmente dos en dicho lugar.
Volviendo a la isla de Mouro, por
lo que respecta a su flora vascular, en realidad hay pocas especies, tiene una
diversidad muy baja si la comparamos, por ejemplo, con la isla de Santa Marina,
que tiene la ventaja de estar más cerca de la costa y donde constatamos 107
especies silvestres, de las que ocho son alóctonas, no europeas.
Otra planta que tiene una única
localidad en la costa, es Angelica pachycarpa, en la margen
izquierda de la ría del Pas, al borde de su marisma, donde predomina el
escalonamiento hacia el mar de las chenopodiáceas –incluidas ahora en la
familia amarantáceas–, además de la gramínea Puccinellia maritima,
la cariofilácea Spergularia maritima y compuestas como Aster
tripolium e Inula chritmoides.